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Nunca os hable de él…
9º Aniversario en Centro de Terapias Rosario Rico

Así comienza el 2 de Enero de 2.022 en nuestro Centro de Terapias. Hoy, hace 9 años que se abrieron sus puertas. 

Siempre celebramos este día de una manera u otra, agradeciendo a sus usuarios la confianza que llevan depositando año tras años en nuestro equipo, recordando la memoria de mi abuelo, a las familias y padres que me animaron, y este año será de otra forma algo más particular… 


En esta ocasión quiero hablar de él. Especial para mí como todos ellos a día de hoy, y sin olvidar a ninguno de mis primeros usuarios. Para mí serán siempre mis niños. 


Con el tiempo, pasan a ser adolescentes, adultos, … pero mi vocación son ellos. Los que comienzan a dar sus primeros pasos y necesitan apoyo para crecer de una manera única, enriqueciéndonos. Todos ellos me dejan su huella.

Mi experiencia profesional no comienza hace 9 años, ya llevaba años ejerciendo. Sin embargo, mi ilusión y sueño laboral sí comenzó un 2 de enero, pero en 2.013, abriendo las puertas de este Centro. Con nombre propio, por herencia y reconocimiento: Rico, orgullo familiar y legado lleno de amor, sin dejar atrás mi nombre, Rosario, por reconocimiento, ya que así me relacionaban en Terapias: “la seña Rosario”, y así me reconocían en mi trabajo como tal. 

 Me costó dar el paso. No es nada sencillo ser emprendedora, pero, a pesar de estas dudas, las emociones que me movían, no me dejaron otra opción. Me debo y me debía a ellos en ese momento. Soñaba con ello también. Tenía a muchas personas que me motivaban. En concreto él.  Él fue el empujón que necesitaba en ese momento. Y su madre, fiel seguidora. Confianza ciega en mi persona, -sin saber por qué aun-, lo consiguió, por lo que le estaré eternamente agradecida. Una llamada: “¿dónde estás?, ¿dónde vas a trabajar?, ¿en qué gabinete? Donde tú me digas ahí llevaré a Ale” (con decisión y seguridad). Así la defino yo.

Simple es su nombre. Precioso para mí. Y quién es él, será lo que os preguntéis.
Pues os dejo su blog y os cuento el por qué de mi debilidad por él:

http://mihijoconsindromedewilliams.blogspot.com/2013/03/blog-post_9.html 

Cuando una termina su carrera como estudiante (en este caso como Pedagoga-Logopeda),  sale al mundo laboral con el miedo a ejercer. Quiere comenzar a practicar lo aprendido, ejercer, relacionarse con personas que saben, aprender de tutores y jefes, y sobre todo seguir LEYENDO y FORMARSE aún más. Leer sobre casos nuevos que llegan a Terapia, consultar a otros profesionales y hablar con padres (no olvidemos que ellos nos enseñan realmente quiénes son sus hijos, y qué necesitan antes de que nosotros los descubramos en el día a día, y/o a través de pruebas estandarizadas. Todos somos diferentes por muchos baremos o intervalos de puntuaciones que sigamos). 

Mi primera lectura fue sobre el Síndrome de Williams-Beuren y Ale fue un caso “de libro”. Digo “de libro” porque es una expresión usada en nuestro trabajo, entendiéndose como una comparativa perfecta entre la teoría que se ofrece y el caso en el que tienes que intervenir.

Me sentía enamorada (solo hay que ver esos rizos) y, a la vez, asustada. Leía sobre su Síndrome con entusiasmo, al mismo tiempo que me imponía su intervención. Había muchas palabras técnicas que aprendía a interpretar conociéndolo a él, viviendo experiencias diarias con él, en terapias, en excursiones, días de aventura, campamentos, e incluso en casa o visitas de hospital… 

Cuando lees “problemas cardiovasculares, ligero estrechamiento supravalvular de la aorta, no aprenderá a escribir por sus dificultades, tendrá que usar teclado u otras alternativas”, en tus inicios como Terapeuta, son montañas que ves como escaladas de riesgo. Con miedos y expectativas lejanas, retos personales, orgullo y pasión a la vez. Un cóctel de emociones que te hacen luchar por conseguir objetivos encaminados a que, en este caso, Ale aprendiera de mi mano, entre otras muchas personas que lo acompañaríamos en este difícil y maravilloso proceso…

Ale me enseñó que de un libro puedes aprender mucho, tanto objetivos como contenidos, para llevar a cabo una buena intervención y lo que requiere cada alumno: tanta teoría como realidad. Pero además de seguir cada planteamiento teórico, comprendí que superar barreras educativas, personales, sociales y médicas cuesta, y muchos lo hacen cada día.

Su don era, y es, la música. Lo motivé a buscar y dar clases en su momento, e incorporé en nuestros servicios pioneros la MUSICOTERAPIA como forma de acompañarle. Si el Centro abría sus puertas, lo haría con todo lo que necesitara “mi pelirrojo”. Y no era una necesidad para él, más bien fue una apuesta por su DON. “Si eres capaz de tocar un instrumento y sacar una melodía con tan solo oírla, ahí tienes lo que necesitas”: una sala de música, instrumentos y una terapeuta.

A día de hoy le digo: no te faltará nada, no dejes la música, sé uno de los mejores “traperos”,  escribe tus propias canciones, crea tu música.
Al fin y al cabo, todos deberíamos ser lo que queremos y seamos capaces de ser.

Ale tiene ahora 14 años.
Nos conocimos cuando tenía 4 años recién cumplidos. 
Quiere ser trapero, y está estudiando en el Instituto.
Solo se ha roto el codo y la rodilla por ahora jajajaja.
Sigue sus revisiones médicas, hace las tareas del hogar, entra y sale con sus amigos,
y tiene pasión por su abuela Paqui.
El día que deje las Terapias le seguiré manteniendo las tareas conmigo.
Eso lo sabe su madre mejor que yo.

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